Escrito por: Manuel Salvador González Villa.
Este escrito que hoy público en Avanzada tiene como tema central a la U de C., consta de cuatro partes: la primera dedicada a analizarla como lo que es una institución antidemocrática; la segunda está enfocada a enfatizar su clara y recurrente tendencia al abuso del poder e indignante sobre todo con los estudiantes; la tercera esbozo un análisis de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y lo que considero el germen de una incipiente democracia estudiantil; y en la cuarta se ve a la U de C como claro ejemplo y el producto de un tiempo histórico determinado que marcó su nació y definición como institución escolar dominada por un personaje legalmente imbuido de un gran poder vertical central y autoritario, cual isla institucional en una sociedad libre.
Inicialmente y como premisa el señalar que el abuso de autoridad principalmente en las escuelas no es tan sólo algo que repugna a la conciencia y a la dignidad humana, ni tampoco es una simple manifestación de la incapacidad pedagógica del maestro en la escuela propiamente; por supuesto el autoritarismo escolar es mucho más complejo y, sin duda, mucho más alarmante de lo que estamos acostumbrados a creer y asumir, particularmente en tanto es fiel reflejo de las características de nuestra sociedad adulta.
Escribo acerca del abuso de poder en las instituciones escolares por el fundado y consciente convencimiento que tengo respecto de la Universidad de Colima, empezando con el rector en turno, la alta dirección universitaria, y los directores de educación media superior y superior, quienes en general en su desempeño laboral cotidiano y habitual están institucionalmente lejos de mostrar una cultura democrática subyacente.
Como profesor con más treinta y seis años de trayectoria y experiencia laboral universitaria puedo sustentar que la U de C siendo la institución de educación superior más importante del Estado de Colima con la noble tarea de formar profesionalmente, refleja un fuerte embrollo institucional tanto en relación con los contenidos y objetivos pedagógicos, como en la definición de su función cívica dentro de una sociedad libre, es decir, que principalmente la elite universitaria -Rector, funcionarios y directivos Medio y Superior-con el primero como vértice desconoce a ciencia cierta lo que es una sociedad libre, o más específicamente: desconoce a que se asemejan los principios y requisitos educativos de una sociedad democrática.
Y es que: el quehacer y vida universitaria internamente no se consagra a regirse bajo principios y valores democráticos, siendo por ejemplo cuando se trata de: la elección rectoral, el nombramiento de funcionarios y directivos universitarios; la transparencia y/o visibilidad decisional en el ejercicio del presupuesto universitario; contar con un Consejo Universitario esencialmente deliberante, crítico y democrático a manera de contrapeso a las decisiones discrecionales de los rectores de paso; disponer incluso por el contenido de una Ley Orgánica que reconoce la figura oprobia de “jefe nato” universitario, siendo esencialmente ello la más indignante de nuestras paradojas institucionales.
En esto señalado nada lo ejemplifica mejor que cuando se analiza el valioso papel que poseen en la U de C los estudiantes para las autoridades universidades propiamente; un papel útil y conveniente en sus dos vertientes: la primera en forma directa transfigurado en el voto numérico mayoritario que fundamentalmente desempeñan en el Consejo Universitario cuando se trata de elegir al rector en turno, y la segunda en forma indirecta a través de la conformación e integración de las denominadas Sociedades de Alumnos en cada Escuela y Facultad, y donde la FEC desempeña un papel dominante dentro de este proceso.