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COLIMA

Con los ojos en la cara. “Ojitos aborregados” decía mosca R.I.P.

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Escrito por: Mtro. Ramiro Cisneros García*

Durante algunos años dirigí en colaboración con un amigo, un Movimiento Juvenil Diocesano que se llamaba, Jornadas de Vida Cristiana y se puede decir que era exitoso el trabajo que se realizaba, porque la cobertura era de casi todas las parroquias de la Diócesis de Colima. A los retiros asistían muchachas y muchachos de Quesería, Cuauhtémoc, Tonila, Pihuamo, Tecalitlán, Tecomán, Manzanillo, Santiago, Comala, Villa de Alvarez, Colima y de otros muchos lugares, barrios y colonias. Era un trabajo muy importante y en momentos intenso. Había muchos estudiantes dentro del movimiento: de preparatoria, de enfermería, Trabajo Social, normalistas y de la escuela de derecho entre otros; estamos hablando de 1976 y algunos años siguientes. Los retiros, comenzaban los jueves y terminaban con un evento de clausura los domingos. Este evento era una gran celebración a la que acudían muchos jóvenes que habían tenido esa experiencia religiosa pero también de convivencia fraterna y de allí, en muchos de los participantes, nació una amistad que perdura. Para la realización de estas actividades se conformaba un equipo de trabajo. Además de los expositores de temas había un equipos de animación, de liturgia, esto es, preparación de las celebraciones y del culto y otro grupo de jóvenes se encargaba de la preparación de los alimentos para una cantidad aproximada de cien comensales. Este equipo como los otros, era muy importante y entre los integrantes, había una joven espigada, blanca y que era estudiante de derecho a la que vi trabajar con mucho entusiasmo y entrega a pesar del cansancio pues iniciaban a trabajar en la madrugada y se iban a descansar ya tarde. Esa muchacha se llamaba y se llama, Celina Oseguera Parra. Desde entonces, como yo vivía en ese mismo barrio, la seguí mirando pero dejé de frecuentarla porque cambié de domicilio y de pueblo.

A mediados de 1985 llegué del estado de Morelos a donde me había ido a trabajar realizando una investigación con motivo del 75 aniversario de la Revolución Mexicana. Ya en Colima, fui a visitar a un amigo que trabajaba en el Centro Estatal de Menores, institución que tiene su domicilio poco antes de llegar a Comala en el Kilómetro 6. Cuando me encaminaba al portón de la salida, Celina me reconoció, era la directora de esa institución y entonces me dijo: Ramiro, ¿cómo estás? Conversamos unos momentos no sé de qué y cuando ya me iba me dijo ¿por qué no te quedas a trabajar con nosotros? Me despedí y casi de inmediato fui a Cuernavaca y allá di por terminada mi relación laboral y regresé a Colima. Me integré a trabajar bajo la dirección de Celina. Mi primera responsabilidad consistió en la Coordinación del área de preceptoría y posteriormente me asignó la coordinación de Trabajo Social. Con el paso del tiempo nuestra amistad creció y poco a poco fuimos conformando un excelente equipo de trabajo ya que se fueron integrando profesionistas muy destacados y realizamos un trabajo muy valioso. Una de las cualidades de Celina es, esa gran capacidad de formar equipos con personas de su entera confianza porque le queda claro que eso es indispensable para rendir buenas cuentas y para trabajar con la confianza de sentirte respaldado y apoyado. Celina, una vez que se decidía por realizar una actividad especial era incansable y podíamos quedarnos hasta la madrugada. Nadie se echaba para atrás porque ella ponía la muestra, daba el ejemplo y lo mejor es, que se creaba un ambiente de trabajo que no causaba fatiga y como ella no se iba allí nos quedábamos hasta terminar. Unos años después me fui a trabajar a la Dirección General de Prevención y Readaptación Social pero asistía a las reuniones de Consejo Técnico y allí nos seguíamos frecuentando con el grupo de amigos. En muchas ocasiones nos reunimos a cenar y a disfrutar de la amistad. Porque la amistad debe disfrutarse por la sencilla razón de que es sublime y tiene sabor a miel y almendras. Es difícil encontrar algo que nos ayude a definir o a describir ese sentimiento. La amistad es un puerto y es un faro y es agua tibia. La amistad es bálsamo y tiene aroma de flores y es como el mejor de los cantos y la música más maravillosa y cadenciosa. De esa que se mete por los poros de la piel y te produce un sentimiento de bienestar y de total relajación. Nos la pasábamos bien siendo amigos.

Hace apenas unos pocos días coincidimos en una cena, una amiga común de Celina y mía y allí ella expresó: “Ha sido la mejor directora que hemos tenido y la más comprometida y también la más honesta”. Es verdad, y tiene razón porque Celina nunca se prestó a realizar nada que estuviera fuera de la ley y con ella al frente de nosotros no había riesgo de actos de corrupción. Nunca es ninguna vez. Nunca es jamás. Nunca es intemporal. Siempre ha sido derecha y legal. Esto no se puede decir de todos en los sistemas penitenciarios, pues hay funcionarios y trabajadores tan largos que se atraviesan y hasta el más chimuelo masca fierro y le vale. Trabajé casi treinta años en el sistema penitenciario de Colima y me encontré con todo tipo de personas pero sin duda, la más honesta y honorable ha sido Celina porque hay algunos que ceden ante la posibilidad de obtener un beneficio económico de manera fácil y esto, ya sabemos, no siempre es legal. Mejor dicho: Nunca. También están los que se atragantan y lo hacen sin ningún remordimiento y con la mayor desfachatez y cinismo. Lo vi muchas veces, nadie me lo platicó. Celina, sin embargo, se ajustaba a su paga y así, duró mucho tiempo sin vehículo propio hasta que después de algún tiempo compró un carrito Atlántic ya usado. La institución contaba para su servicio con una vagoneta “Combí” de modelo anterior a Matusalen y se ocupaban auténticas marrullerías y destreza para manejarla. Conozco a su familia y es también honorable y con un importante prestigio y aceptación social y que, con mucho esfuerzo lograron salir adelante. Es claro que no se trata de una familia de santos pero si de personas cuya decencia no se puede negar por su solvencia moral. Conozco a su madre, Doña Jose de 91 años, mujer piadosa, cristiana pero ahora con la pena de que su hija está detenida por algo que no hizo, por algo de lo cual no es responsable. Está entristecida, y agobiada por la pena y no es para menos, se trata de una hija. Su padre, el maestro Juan Oseguera Velázquez, quien ya murió, hombre culto y bueno; cuya única queja e inconformidad era que a esas patologías que tanto fustigan a los pies, se les llamaran “juanetes” y que por ese solo motivo fueran sus tocayos. Hablar de los terribles “Juanetes” aunque el término es poco glamoroso es una realidad en muchos pies y se ubican en la base del dedo gordo. El nombre científico es “Hallus Valgus” y la explicación de la patología bastante complicada; por eso mejor, de ese mismo tamaño dejamos la cuestión. Pero, volviendo a Don Juan, el padre de Celina, le gustaban la broma y la vacilada tanto como le gustaba la historia. A él se debe la información que hay en un libro de su autoría y que se titula, “Quien es quien en Colima” y otros más pero dicen quienes lo conocieron que él era originario de Chinicuila, Michoacán también conocida como Villa Victoria. Por su actividad en favor de la cultura en todo el estado era más colimense que muchos. Ya descansa en paz aunque lo dudo porque su hija está sufriendo lo indecible.
Celina terminó su responsabilidad como directora en el Centro Estatal de Menores y se fue a la Ciudad de México y pasado algún tiempo la nombraron Directora del CEFERESO de Guadalajara y allá conformó un equipo integrado por varios excompañeros de trabajo, colimenses que estuvieron con ella en el Centro Estatal de Menores. También yo fui invitado pero no tuve la decisión de salir de mi querida tierra porque soy proclive al síndrome del “jamaicón”. En varias ocasiones me tocó coincidir con ella y con algunos de sus colaboradores en el Distrito Federal y una vez en el Centro Psicosocial de Morelos. Cuando nos vimos en Villa de Ayala, ya era Directora del Órgano Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social. Antes, fue Directora del CEFERESO del Altiplano y del CEFERESO de Matamoros y seguía siendo la misma Celina que yo conocí y hasta me ofreció darme un “aventón” al lugar en que me hospedaba pero como jugaba la Selección Mexicana de fut bol me fui antes por otro medio. Es claro que Celina tenía responsabilidades muy grandes pero también el carácter para afrontarlas. En todas esas aventuras siempre procuraba tener cerca de ella a paisanos capaces y leales pero por necesidades de las familias uno a uno se fueron regresando a Colima. De esas instituciones federales, pensaba, quizá sin conocimiento suficiente, que había mucha corrupción y es que conocí a varios trabajadores egresados de allá y no me parecían éticamente recomendables a excepción de los colimenses que ella eligió para que formaran parte de su grupo de trabajo y que llegaron a trabajar a la cárcel grande de Colima. Algunos de esos que llegaron yo no tenía el gusto de conocerlos pero fue sintomático cuando dijeron que venían a acabar con la corrupción pero muy pronto se vieron envueltos y enrolados en lo que venían a combatir porque no es fácil ir contra la corriente y más cuando la corriente es tan fuerte, como cuando un rio está crecido. Sin embargo de Celina no puedo decir lo mismo; era y es incorruptible y nunca se dejó embarrar ni arrastrar y eso éticamente le favorece porque se manejó con responsabilidad, con libertad y con una voluntad férrea pero no siempre se puede navegar en aguas turbulentas y atestadas de tiburones y otros depredadores y salir ilesas o ilesos. Hace algunos días la entrevistaron y la vi y escuché lo que dijo y la fuerza con que lo dijo y tengo la certeza de que es verdad porque la conozco, la conocemos y sabemos que para ella no vale la pena autodenigrarse cometiendo actos ilícitos. Una persona que se ha manejado toda su vida con dignidad y que mantiene esta actitud por encima de la propia pérdida de la libertad de manera por demás injusta; merece nuestro respeto y admiración. No se vale que sea una víctima del sistema de corrupción y que cargue con culpas que no tiene porque Celina no tiene nada de qué avergonzarse. Ni ahora ni nunca. Lo que sí puedo decir de ella es, que se trata de una persona solidaria, amiga, buena hermana y excelente hija y madre.

Si en este país hay justicia Celina deberá volver a la vida en libertad pero ni con eso ni con nada se reparará el daño causado a ella y también a su familia.

Como ya dije, trabajé y muchos amigos míos hicimos equipo con Celina. En algunos momentos fui un tanto irreverente con ella y conteniendo la risa me decía impunemente ”nango” y la amistad y el compañerismo continuaban. Tengo mucho que agradecerle porque gracias a ella trabajé casi treinta años en la cárcel de menores y en la “grande”, la “grandiosa” como decía un menor que anhelaba llegar a adulto para conocer otro infierno. Gracias a ella, mi esposa todavía trabaja en el área de menores infractores y siguiendo nuestro ejemplo, nuestro hijo mayor también realiza en la Dirección General, funciones como abogado en lo jurídico pero también en lo técnico.
Seguramente no somos en mi familia los únicos que hemos visto la ingratitud de un sistema al que Celina entregó su vida desde que era muy joven. A Colima llegó procedente de Islas Marías y desde entonces su fe inquebrantable y su decisión la llevaron a conocer mejor que nadie las cárceles de México.

Es probable que muchos de los amables lectores de “Con los ojos en la cara” pregunten el por qué de este tema y yo solo atinaré a contestar que porque estoy muy agradecido ya que me puso en un camino que me hizo conocer a las mujeres y a los hombres privados de la libertad y porque tengo la seguridad que allí, en esos lugares encontré como ella, mi verdadera vocación. Quizá eso nos hermane y tengo la confianza de que pronto nos veremos acá en su tierra y con su gente.

¨ Asesor en la Escuela de Trabajo Social Vasco de Quiroga

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